En la parashá de la semana pasada da HaShem al pueblo de Israel la mitzvá de Tzitzit, es decir que en toda prenda que tenga cuatro puntas debemos de colgar siete hilos blancos y uno de color “tjelet” (es un tipo de azul que sale de la tinta hecha con un molusco). Así, el talit con los tzitzit (fiambras) colgando de él, pasa a ser una prenda distintiva del Judío.
Lo que más llama la atención es que la función de esta mitzvá es la de proteger al pueblo Judío de cometer transgresiones.
Cuando comenzamos nuestro camino de “jazará be’tshuvá” (volver a las fuentes) hace ya algunos años, recuerdo que conversábamos con un amigo que se vestía como un Jaredí (en realidad lo era, de Jabad) y le preguntamos la razón para vestirse así y su respuesta fue justamente la que está escrita, que la razón era para protegerse de trasgredir.
Por supuesto que no nos quedó claro en ese momento, por lo que insistimos pidiéndole nos explique un poco más. Nos dijo: “Digamos que ahora tenemos sed y queremos tomar juntos una cerveza, yo, vestido como estoy vestido, no puedo entrar a un lugar que no sea kasher y sentarme a tomar con ustedes, esta ropa me identifica, me recuerda a mí mismo quien soy y le deja claro a los demás quien soy! Si me sentara a la mesa podría llevar a otro Judío a pensar que el lugar es kasher ya que yo estoy sentado consumiendo y así yo le estaría llevando a cometer una trasgresión. O, podría ser visto por alguien que sabe que el lugar no es kasher y llevarle a juzgarme por el hecho de estar allí! O, peor aún, podría dar armas a nuestros enemigos para decir “Mira estos Judíos que falsos que son! Se llenan la boca hablando y no respetan sus propias reglas”! Es decir, el hecho de vestir esta identificación, me está protegiendo a mí y a los demás.”
Hoy, quince años después, sigo aprendiendo, pero hay cosas que puedo transmitir, como ser estas reflexiones.
Está escrito: “Será para vosotros – las fiambras – lo veréis y recordaréis todos los preceptos de HaShem y habréis de cumplirlos. Y no os desviéis en pos de vuestro corazón y en pos de vuestros ojos, en pos de los cuales os prostituís. Para que recordéis y cumpláis todos Mis preceptos y seáis consagrados para vuestro Dios. Yo soy HaShem vuestro Dios, que os ha sacado de la tierra de Egipto para ser para vosotros Dios. Yo soy HaShem vuestro Dios” – Números 15:39 a 41
La Torá es perfecta, pero está dirigida a los hombres (que no lo son) para ser su plan de vida y las normas de acuerdo a las cuales vivir.
Por ello toma en cuenta las debilidades del ser humano, las expresa y nos explica que en su inmensa sabiduría HaShem es consciente de nuestras falencias y está pronto a ayudarnos juzgándonos con “rajamim” y no con la total aplicación de la fría ley. Por ello nos da hasta el momento del último suspiro la oportunidad de arrepentirnos y de volver hacia Dios.
Rabbeinu Nájman habla sobre la importancia de la humildad, de saber que siempre debemos de huir de la arrogancia y si miramos bien, esta mitzvá, justamente nos lleva a ser conscientes de que nadie es tan fuerte como para estar libre de caer y de que no podemos depender tan solo de nosotros mismos, que este “recordatorio” de usar los tzitzit nos hace más fuertes.
Finalmente, el color azul/violeta del tzitzit es el color del cielo y a la vez el color del mar, el cielo que está arriba de nosotros y el mar cuya inmensidad nos sobrecoge. Que mejor forma de sabernos humildes que estar entre el cielo y el mar?