Sobre la parashát Vayhekel y las particularidades del Judaísmo – por Daniel BenHillel
En la parashá de la semana pasada leemos un término muy poco usado en la Torá: Vayhekel
Este término comparte raíz con una palabra muy conocida en hebreo: Kehilá (comunidad) y es una de las cosas que primero surgen allí donde llega un grupo de Judíos.
Es que nuestro pueblo, para vivir de acuerdo a su Judaísmo, para hacerlo de acuerdo a lo que la Torá pide (y HaShem a través de ella) necesita vivir en forma comunitaria, idealmente en Israel, con un gobierno Judío y con leyes que contemplen nuestro Judaísmo.
Es necesario el vivir en comunidad tanto en la parte religiosa como en la parte social.
Para poder elevar parte de los rezos en necesario tener “minián” (grupo de diez Judíos preferiblemente observantes) sin los cuales esos rezos no pueden ser elevados ya que la voz de la comunidad es más “fuerte” que la del individuo.
Nosotros los Judíos, que nos preciamos de poder hablar directamente con HaShem, sin necesidad de intermediarios; que ponemos tanto énfasis en el individuo, sentimos sin embargo la necesidad de juntarnos, de vivir en comunidad, como pueblo, no como individuales de forma de poder completar nuestra relación ideal con HaShem.
Quizás esa es una de las razones por las cuales el Judaísmo se vive en forma diferente sea en Israel o sea en la golá (el destierro)
Quienes vivimos aquí “sentimos” el Shabat de forma diferente, ya que todo el país se detiene de alguna forma, cambia el ritmo y se percibe en el aire algo distinto, no importa la forma individual en la que cada uno vive el Shabat.
Sin embargo, en la golá, el mundo sigue su ritmo exactamente igual, como si fuera otro día más y es necesario un esfuerzo especial por parte del Judío para poder sumergirse en el “ambiente” de Shabat.
Necesita de actividades sustitutivas de las de los días comunes y es allí donde surge con fuerza el sentido de la comunidad que procura en definitiva el sentirse diferentes, orgullosos de serlo y protegidos dentro de un entorno que promueve y protege esa sensación.
Pero, tanto aquí como fuera de Israel, lo más importante es el sentir que el Shabat no es el Domingo, que si bien en ambos no se trabaja, los conceptos son totalmente distintos.
No se trata de dedicar un día a “descansar” o a no trabajar o a divertirse, o a lo que fuera, el concepto del Shabat es otro.
Es un día dedicado a HaShem, al contacto entre el hombre y la divinidad, al hombre y su familia, que es en definitiva el santuario personal de cada uno.
Es el buscar no correr hacia la anulación del pensamiento, sino, por el contrario, el encontrarse con uno mismo.
Rabbeinu Nájman nos enseña que el hombre debe de hacer cada día un momento de “hitbodedut”, de conversación con HaShem tal cual si fuera nuestro mejor amigo, con quien no tenemos prevenciones de abrir nuestro corazón.
El Shabat es algo de eso, es ocuparnos no del sustento, no de la diversión, sino de nosotros mismos, de intentar más no sea por un día de crear ese nexo profundo que nos hará sentir mejor al final del día y poder encarar con fuerza los seis días en los que estamos obligados a trabajar para procurarnos en sustento.
Y es que aprendimos que es justamente así, durante seis día debemos de trabajar, de ocuparnos de las cosas materiales y eso está escrito en la misma frase en la que dice que debemos de respetar el Shabat, es decir, es tan importante una cosa como la otra, pero, ambas son importantes cuando son complemento de un todo, cuando vienen juntas, cuando cumplimos con ambos mandatos, el de ocuparnos de traer el sustento a nuestro hogar y cuando nos ocupamos de traer la santidad a nuestro hogar.
Para todo esto es necesario el vivir en comunidad.
El sentirnos parte de algo importante como es un pueblo y sus particularidades.
No los que nos “iguala” a los demás, eso es lo que el medio intenta imponernos, sino lo que nos hace ser el “pueblo elegido” un pueblo (no un individuo) que vive de acuerdo a normas distintas, un pueblo que siente la necesidad de la santidad y no sabe vivir sin ella.
Muchos individuos han sustituido a HaShem y a la Torá por ideologías distintas, más “prácticas” o “modernas” que les permiten realizar actividades que les hacen sentirse bien sin importar el resultado de las mismas, pero que, principalmente, les permiten no enfrentarse al reto más importante que plantea el Judaísmo, el sentarse con uno mismo, sea a diario a través de la hitbodedut o sea semanalmente a través del Shabat y de la participación en la vida kehilatí (comunitaria)
El no saber frenar les impide ver la futilidad de esos intentos, pero no les impide el poder mañana abrir los ojos a vivir el Judaísmo en su forma pura y sentirse bien por como viven, no por lo que hacen en público o por el reconocimiento de los demás.
Barúj HaShem le olám, amén ve amén!